Esta característica fruta, así era considerada la piña hace casi más de un milenio, se le otorgaban propiedades que la relacionaban con la riqueza, el lujo, el bienestar y la hospitalidad.

Tal y como quedó registrado en varios documentos históricos, Cristobal Colón halló en su segundo viaje al Caribe este fruto, y junto la piña, varios tipos de verduras frescas y frutas exóticas que nunca antes habían sido probadas por el paladar humano.

Pero de todos estos nuevos frutos, el que más llamó la atención fue la piña.

«Abrasivo, segmentado como una piña de pino y con una pulpa interior firme como una manzana», así describieron en sus escritos a esta, entonces, llamativa fruta. Y dada esta descripción es como dio lugar a su nombre en inglés; «pineapple».

Como reza el título del artículo, la piña era síntoma de lujo y riqueza dado a lo costoso que resultó su llegada a Europa y, sobre todo, por la rareza de la misma, por lo que era inimaginable que esta fruta estuviera presente en cualquier mesa.

A lo largo de la historia, la imagen de la piña no quedó en el olvido, sino que se pontenció más su valor e importancia. Aún en el siglo XVII, el rey Carlos II de Inglaterra fue retratado para un acto oficial donde recibir una piña como regalo significaba un privilegio real.

Del mismo modo, en aquella época, cuando los marineros llegaban a puerto siempre buscaban lugares con piñas colgadas en las puertas, y es que esto era símbolo de comida y hospedaje.

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